¡Los esperamos!
viernes, 21 de septiembre de 2012
miércoles, 18 de julio de 2012
sábado, 19 de mayo de 2012
Caída de Claudio Reybaud - Desafío al Valle del Río Pinto
CAER Y NO MORIR EN EL INTENTO, UN DESAFIO EN RIO PINTO 2012
de
Claudio Reybaud, el Viernes, 11 de mayo de 2012 a la(s) 21:25
·
CAPITULO Nro. 1: Caer, un desafío en Rio
Pinto
Después de mi accidentado fin de semana en La Cumbre, Córdoba, donde participé de la conocida competencia de mountain bike “Desafío al Valle del Río Pinto”, y de mermar con el rally de consultas médicas que llevé adelante desde que llegué a casa, voy a tratar de volcar un relato de lo vivido, y auto-proclamándome “perito” en cuestiones de accidentes en competencias, poder aportarles “algo”, con intenciones de evitarles pasar por una vivencia o un riesgo semejante, o lograr que “algo” cambie en ustedes que les sume en su propia seguridad, o –quizás- repercuta en el ciclismo en general.
Soy un ciclista de casi toda la vida, casi toda porque comencé a correr a los 2 años y medio, hoy ya sumo 31 veranos; mi padre, como todos saben, también es ciclista, de casi toda su vida, así que este tiempo sobre la bici se ve potenciado con todo lo que aprendí de él, viéndolo, escuchándolo, tratando de copiarlo sin saberlo.
El fin de semana del 6 de mayo viajé a La Cumbre, Córdoba, a participar de la clásica y popular “Desafío al Valle del Río Pinto”, competencia en la que participaron alrededor de 4500 pedalistas. Mi categoría, la A1, fue una de las primeras en largar.
Mis intenciones eran claras: largar tranquilo, priorizando la seguridad para tratar de completar toda la carrera sano yo y mi bici, imprimiendo ritmo en las zonas más seguras del recorrido, como son las rectas de buen suelo y subidas, donde sé que me destaco (por los impuestos pagados a sudor y sangre en el viejo continente los años que competí allí).
Largué ubicado en el medio de entre los 700 ciclistas de mi categoría, rodé los primeros kilómetros observando cómo se comportaba el grupo, dando distancia con el ciclista de adelante --que, dicho sea de paso, a los 10 minutos de carrera y a 50 km/h, en el sector de vías, cayó justo delante de mí--, logré esquivarlo quizás por presentir desde el día anterior que ese sería un sector y un momento propicio para las caídas.
La primera subida me dejó en claro que mi cuerpo respondía mejor de lo que esperaba, pude compararme con el grupo, y subiendo a una intensidad moderada veía que pasaba grupos enteros. Tomamos un camino ancho que nos llevó al descenso de Cuchi Corral. El descenso más peligroso de la carrera.
Mi plan, repito, era bajar muy tranquilo, y así lo hice, de modo que allí se me fue el pelotón que integraba; bajé controlado y en las famosas LAJAS pasé a una velocidad más que segura. Ese era para mí, el último punto donde debía controlar mi velocidad, el final del descenso.
Pasé el gran vado, curva a la derecha, recta de 100 metros, curva en 45 grados a la izquierda (nada que represente un riesgo) llevando 20 km de carrera, es donde muerdo de refilón un canto rodado, mi rueda delantera se eleva del piso y se desplaza 30 cm hacia la derecha, saliendo de la huella y cayendo en la arena, que al estar doblando y a 45 km/h (había empezado a apretar, allí comenzaba mi carrera) me sacó la bicicleta de abajo, noté que caía, me atajé con mis manos con la mala suerte que entre mano y mano quedó una gran piedra a la que golpeé directo con mi boca rompiéndome varios dientes, sacándome otros de lugar y haciéndome cortes en la cara. Al mismo tiempo mi pierna izquierda golpeó contra otra roca similar a la altura del trocánter o cuello quirúrgico (más conocido como paralítica).
Mi caída fue a las 8:45 hs., aproximadamente media hora después de haber largado, y aquí comienza la historia:
Al reincorporarme comienzo a reconocer el esquema corporal, brazos sanos, hombros sanos, noto dos grandes golpes, en mi boca, sangrando en grandes cantidades, y en mi pierna, la cual no respondía y me dolía al nivel o más que una fractura (si conocen mi historia, saben que hablo con conocimiento de causa). En medio de la nada, pienso en que debo ser asistido, intento seguir para acercarme a un puesto médico posterior al vado, pero mi pierna no lo permite y queda totalmente anulada, rígida, así que me detengo frente a 3 personas de la organización, los cuales llaman por radio. Allí, pasados algunos minutos, llega una persona en moto, que siempre agradeciéndole lo poco que hizo, me atendió poniéndome una gasa en el mentón donde tenía un corte de 5 cm hecho por mis propios dientes desde adentro hacia afuera. Esta persona, teniendo dudas sobre si mi pierna estaba quebrada o no, pasó por radio la sigla “el corredor esta 5-5” que significa, “el corredor está bien, de 5 puntos está 5 puntos” por lo cual me quejo, me enojo y le dijo que no estoy bien en la medida que cataratas de sangre salían de mi boca. Y que además, había algo mal en mi pierna.
A los minutos, 15 o 20, se acerca un espectador con un cuatriciclo, quien me transporta en contra mano hasta el vado, donde había un puesto médico, ya que mano hacia donde transitaba la carrera el próximo puesto estaba a 15 km. aproximadamente. Al ir en contra del sentido de los corredores, esta distancia de 2 o 3 km la recorrimos en muchísimo tiempo.
Ya en el puesto médico del vado, posterior a las LAJAS, me atiende el equipo de “Rescate”, mantienen sus dudas sobre una posible fractura en mi pierna y mandíbula, me acuestan en una camilla a esperar…. ¿Esperar que? A que termine la carrera.
Calculo que en ese momento eran las 9:30 de la mañana y la última categoría largaría a las 11:00 hs., así que el pronóstico para mí no era muy alentador. Con las cartas que me tocaron, veía trabajar al equipo médico, jugando con el azar de que nadie necesite pronto quirófano, en esa ineficiente organización yo no podía más que sangrar mientras el espectáculo se desarrollaba al grito de “NUEVA CAIDA!!!” una y otra vez.
Minutos más tarde, reciben en el puesto a un hombre de 55 años aproximadamente. Con traumatismo de cráneo, pérdida de conocimiento, fractura de muñeca y demás traumatismos. Logran estabilizarlo y hacerle recuperar la conciencia. Su golpe en la sien dejaba a las claras que su casco había obrado de ángel guardián.
Ya en el baile, y reclamando a los médicos que nos trasladen, ellos, que según sus dichos “cumplían órdenes”, me confirmaron que tenían que esperar a que largaran los últimos, y era lógico, ese lugar es inaccesible. Para mí, solo restaba seguir esperando.
Aproximadamente a las 10:30 hs. llega al puesto una ambulancia, que nos carga e inicia el interminable viaje al hospital.
CAPITULO 2: Lost nueva temporada.
10:45 hs. iniciamos el viaje al hospital. ¿Cuál Hospital? Uno, lejos. Tras realizar todo el recorrido de la carrera, pasando a gran velocidad y a pocos centímetros de muchísimos corredores, la ambulancia que contaba con un chofer y un enfermero, toma una ruta, pasa La Cumbre, otros tantos pueblos y nos deposita en un hospital en algún lugar pasando Cosquín, a 40 km de La Cumbre. En el largo recorrido al hospital, insistí en mantener despierto a mi compañero de viaje, y sostenerlo para que no se mueva. Notaba que podía mover cada vez menos mi mandíbula y había perdido bastante sangre, así que pedí papel y birome, escribí mis datos, lugar donde estaba parando y personas de contacto. Y cual soldado en la guerra (porque así me sentía debido a la carencia de asistencia, a mis heridas abiertas y al paisaje que transitaba la ambulancia) me anoté escrito en la pierna el horario de caída, los síntomas que tenía y marqué con flechas dónde dolía : “duele mucho, no responde el cuádriceps, caí a las 08:45 hs.”. Repito, ya no podía hablar.
Ya eran las 13:00 hs aprox. , cuatro horas después de la caída y al llegar al Hospital (público), reinaba un clima de “domingo de mates”, y nuestra presencia no fue recibida de la forma más festiva. Para resumir: trajimos trabajo.
Recuerdo el buen trato de algún funcionario y el mal trato o indiferencia de ALGUNOS otros funcionarios de la salud; recuerdo, entre un dolor muy intenso de mi pierna y mi cara, las quejas del personal del hospital, que a modo sindical protestaban porque la carrera era privada y debíamos tener tal o cual seguro o ser llevados a una clínica privada, que ellos no tenían personal (el hospital estaba vacío y el poco personal en vez de atendernos pronunciaba las palabras recién descriptas). En fin, cuestiones sindicales que debí padecer de quienes juraron para llamarse doctores. Recuerdo entre los que me trataron como una molestia al traumatólogo de guardia “Dr.” Guillermo y a quien sí me trato con dedicación, el cirujano que me cosió: Dr. Osvaldo. Cuanta diferencia en la misma sala!!!.
De parte de las enfermeras no hubo limpieza de mis heridas, y luego de las costuras me mandaron junto al otro caído a una sala de terapia. En el hospital hacia muchísimo frio y más aun en la sala de terapia, mis zapatillas, aun mojadas de haber pasado por aquel vado de la carrera no ayudaban demasiado, así que traté de recordar alguna técnica de meditación para elevar la temperatura de mi cuerpo unos diez grados, pero no recordé ninguna, tengo que comenzar algún curso de yoga o meditación ancestral, así que tan sólo me quedó aguantar algunas horas el frío, mientras escuchaba las quejas sindicales de los empleados de la salud.
Mi mayor preocupación pasaba al ver el reloj, sacaba cuentas y sabía que mi gente estaría preguntando por mí, ya eran las 5 de la tarde e imaginaba con cierta certeza que nadie tenía noticias mías. Esa historia es para otro libro, ya que los rumores que se corrían en el sector de llegada describían a un Claudio en coma 4.
Como el mundo es pequeño, llegó a ese remoto hospital un corredor con complicaciones pulmonares, y nosotros seríamos transportados nuevamente a La Cumbre en una misma ambulancia. Para mi ingrata sorpresa, ese corredor era Sergio Scherz, que con fractura de costilla y perforación de pulmón, fue a complicarles aun más el domingo de mates a los doctores (Sergio, sos un inoportuno, me adhiero al sentimiento de los médicos, no debías haber caído…).
Volvimos a La Cumbre con el veterano y su traumatismo de cráneo, con hipotermia, deshidratación y sin saber si encontraría a mi novia o a alguno de mis amigos, ya que imaginaba que me estarían buscando por toda Córdoba desesperados.
CONCLUSION
Somos ciclistas, amamos este deporte y sabemos que tiene sus riesgos, no importa cuánto pasemos sobre una bicicleta, el accidente a veces puede no depender de nosotros. Ser ciclistas no nos da pericia sobre cuestiones referidas a organizaciones de carreras, entonces a la hora de ir a la aventura, de buscar los logros y la adrenalina, dejamos algunos detalles de lado.
En el año 2000, en Brasil, tuve una caída a 70 km/h. en un sprint final, cuyas consecuencias fueron fractura de fémur y triple fractura expuesta de cadera, con muchísima pérdida de sangre, displasia, parálisis de riñón e intestinos por efecto de la desaceleración del impacto contra una columna. El doctor Alexandre Ferreira, con su equipo de rescate, me asistió a los segundos de caer, disfrazado de bombero, y horas después resolvía mi complicado cuadro tras 8 horas de cirugía que fueron seguidas de casi 2 meses de terapia intensiva.
Me extendí más de lo que pensaba en mi relato y creo que el motivo de este texto podré cerrarlo y dejarlo a modo de reflexión final:
“Si en El Desafío al Valle del Rio Pinto hubiese tenido las heridas de aquel accidente en Brasil, no hubiese sobrevivido.”
Quisiera saber cuántos de nosotros evaluamos antes de largar una carrera, cuáles son las medidas de seguridad que el organizador ofrece al corredor en caso de accidente. ¿Hay ambulancia? ¿Tiene los elementos necesarios? ¿Tiene acceso al accidente? ¿Tiene un operador capacitado o sólo un chofer? ¿Estamos asegurados por algún seguro de accidentes? Atento a esto, amigos, me permito llamarme perito en la materia y deseo que nadie pase por lo que me tocó vivir este fin de semana, en materia de paciente accidentado.
LINEA DE TIEMPO Aprox.:
08:15 hs. Largada.
08:45 hs. Caída km 20.
09:20 hs. asistencia en puesto medico 1er. vado
10:40 hs. subo a la ambulancia.
13:00 hs. arribo al Hospital XX sito en XX (ya que todavía nadie sabe donde me llevaron, se les informo a mis familiares y amigos que me llevaron al Hospital Domingo Funes de Cosquin, lo que no es cierto).
17:30 hs. vuelvo a La Cumbre donde todavía nadie sabía nada de mí.
Largada Master A, Rio
Pinto 2012
Después de mi accidentado fin de semana en La Cumbre, Córdoba, donde participé de la conocida competencia de mountain bike “Desafío al Valle del Río Pinto”, y de mermar con el rally de consultas médicas que llevé adelante desde que llegué a casa, voy a tratar de volcar un relato de lo vivido, y auto-proclamándome “perito” en cuestiones de accidentes en competencias, poder aportarles “algo”, con intenciones de evitarles pasar por una vivencia o un riesgo semejante, o lograr que “algo” cambie en ustedes que les sume en su propia seguridad, o –quizás- repercuta en el ciclismo en general.
Soy un ciclista de casi toda la vida, casi toda porque comencé a correr a los 2 años y medio, hoy ya sumo 31 veranos; mi padre, como todos saben, también es ciclista, de casi toda su vida, así que este tiempo sobre la bici se ve potenciado con todo lo que aprendí de él, viéndolo, escuchándolo, tratando de copiarlo sin saberlo.
El fin de semana del 6 de mayo viajé a La Cumbre, Córdoba, a participar de la clásica y popular “Desafío al Valle del Río Pinto”, competencia en la que participaron alrededor de 4500 pedalistas. Mi categoría, la A1, fue una de las primeras en largar.
Mis intenciones eran claras: largar tranquilo, priorizando la seguridad para tratar de completar toda la carrera sano yo y mi bici, imprimiendo ritmo en las zonas más seguras del recorrido, como son las rectas de buen suelo y subidas, donde sé que me destaco (por los impuestos pagados a sudor y sangre en el viejo continente los años que competí allí).
Largué ubicado en el medio de entre los 700 ciclistas de mi categoría, rodé los primeros kilómetros observando cómo se comportaba el grupo, dando distancia con el ciclista de adelante --que, dicho sea de paso, a los 10 minutos de carrera y a 50 km/h, en el sector de vías, cayó justo delante de mí--, logré esquivarlo quizás por presentir desde el día anterior que ese sería un sector y un momento propicio para las caídas.
La primera subida me dejó en claro que mi cuerpo respondía mejor de lo que esperaba, pude compararme con el grupo, y subiendo a una intensidad moderada veía que pasaba grupos enteros. Tomamos un camino ancho que nos llevó al descenso de Cuchi Corral. El descenso más peligroso de la carrera.
Mi plan, repito, era bajar muy tranquilo, y así lo hice, de modo que allí se me fue el pelotón que integraba; bajé controlado y en las famosas LAJAS pasé a una velocidad más que segura. Ese era para mí, el último punto donde debía controlar mi velocidad, el final del descenso.
Pasé el gran vado, curva a la derecha, recta de 100 metros, curva en 45 grados a la izquierda (nada que represente un riesgo) llevando 20 km de carrera, es donde muerdo de refilón un canto rodado, mi rueda delantera se eleva del piso y se desplaza 30 cm hacia la derecha, saliendo de la huella y cayendo en la arena, que al estar doblando y a 45 km/h (había empezado a apretar, allí comenzaba mi carrera) me sacó la bicicleta de abajo, noté que caía, me atajé con mis manos con la mala suerte que entre mano y mano quedó una gran piedra a la que golpeé directo con mi boca rompiéndome varios dientes, sacándome otros de lugar y haciéndome cortes en la cara. Al mismo tiempo mi pierna izquierda golpeó contra otra roca similar a la altura del trocánter o cuello quirúrgico (más conocido como paralítica).
Mi caída fue a las 8:45 hs., aproximadamente media hora después de haber largado, y aquí comienza la historia:
Al reincorporarme comienzo a reconocer el esquema corporal, brazos sanos, hombros sanos, noto dos grandes golpes, en mi boca, sangrando en grandes cantidades, y en mi pierna, la cual no respondía y me dolía al nivel o más que una fractura (si conocen mi historia, saben que hablo con conocimiento de causa). En medio de la nada, pienso en que debo ser asistido, intento seguir para acercarme a un puesto médico posterior al vado, pero mi pierna no lo permite y queda totalmente anulada, rígida, así que me detengo frente a 3 personas de la organización, los cuales llaman por radio. Allí, pasados algunos minutos, llega una persona en moto, que siempre agradeciéndole lo poco que hizo, me atendió poniéndome una gasa en el mentón donde tenía un corte de 5 cm hecho por mis propios dientes desde adentro hacia afuera. Esta persona, teniendo dudas sobre si mi pierna estaba quebrada o no, pasó por radio la sigla “el corredor esta 5-5” que significa, “el corredor está bien, de 5 puntos está 5 puntos” por lo cual me quejo, me enojo y le dijo que no estoy bien en la medida que cataratas de sangre salían de mi boca. Y que además, había algo mal en mi pierna.
A los minutos, 15 o 20, se acerca un espectador con un cuatriciclo, quien me transporta en contra mano hasta el vado, donde había un puesto médico, ya que mano hacia donde transitaba la carrera el próximo puesto estaba a 15 km. aproximadamente. Al ir en contra del sentido de los corredores, esta distancia de 2 o 3 km la recorrimos en muchísimo tiempo.
Ya en el puesto médico del vado, posterior a las LAJAS, me atiende el equipo de “Rescate”, mantienen sus dudas sobre una posible fractura en mi pierna y mandíbula, me acuestan en una camilla a esperar…. ¿Esperar que? A que termine la carrera.
Calculo que en ese momento eran las 9:30 de la mañana y la última categoría largaría a las 11:00 hs., así que el pronóstico para mí no era muy alentador. Con las cartas que me tocaron, veía trabajar al equipo médico, jugando con el azar de que nadie necesite pronto quirófano, en esa ineficiente organización yo no podía más que sangrar mientras el espectáculo se desarrollaba al grito de “NUEVA CAIDA!!!” una y otra vez.
Minutos más tarde, reciben en el puesto a un hombre de 55 años aproximadamente. Con traumatismo de cráneo, pérdida de conocimiento, fractura de muñeca y demás traumatismos. Logran estabilizarlo y hacerle recuperar la conciencia. Su golpe en la sien dejaba a las claras que su casco había obrado de ángel guardián.
Ya en el baile, y reclamando a los médicos que nos trasladen, ellos, que según sus dichos “cumplían órdenes”, me confirmaron que tenían que esperar a que largaran los últimos, y era lógico, ese lugar es inaccesible. Para mí, solo restaba seguir esperando.
Aproximadamente a las 10:30 hs. llega al puesto una ambulancia, que nos carga e inicia el interminable viaje al hospital.
CAPITULO 2: Lost nueva temporada.
10:45 hs. iniciamos el viaje al hospital. ¿Cuál Hospital? Uno, lejos. Tras realizar todo el recorrido de la carrera, pasando a gran velocidad y a pocos centímetros de muchísimos corredores, la ambulancia que contaba con un chofer y un enfermero, toma una ruta, pasa La Cumbre, otros tantos pueblos y nos deposita en un hospital en algún lugar pasando Cosquín, a 40 km de La Cumbre. En el largo recorrido al hospital, insistí en mantener despierto a mi compañero de viaje, y sostenerlo para que no se mueva. Notaba que podía mover cada vez menos mi mandíbula y había perdido bastante sangre, así que pedí papel y birome, escribí mis datos, lugar donde estaba parando y personas de contacto. Y cual soldado en la guerra (porque así me sentía debido a la carencia de asistencia, a mis heridas abiertas y al paisaje que transitaba la ambulancia) me anoté escrito en la pierna el horario de caída, los síntomas que tenía y marqué con flechas dónde dolía : “duele mucho, no responde el cuádriceps, caí a las 08:45 hs.”. Repito, ya no podía hablar.
Ya eran las 13:00 hs aprox. , cuatro horas después de la caída y al llegar al Hospital (público), reinaba un clima de “domingo de mates”, y nuestra presencia no fue recibida de la forma más festiva. Para resumir: trajimos trabajo.
Recuerdo el buen trato de algún funcionario y el mal trato o indiferencia de ALGUNOS otros funcionarios de la salud; recuerdo, entre un dolor muy intenso de mi pierna y mi cara, las quejas del personal del hospital, que a modo sindical protestaban porque la carrera era privada y debíamos tener tal o cual seguro o ser llevados a una clínica privada, que ellos no tenían personal (el hospital estaba vacío y el poco personal en vez de atendernos pronunciaba las palabras recién descriptas). En fin, cuestiones sindicales que debí padecer de quienes juraron para llamarse doctores. Recuerdo entre los que me trataron como una molestia al traumatólogo de guardia “Dr.” Guillermo y a quien sí me trato con dedicación, el cirujano que me cosió: Dr. Osvaldo. Cuanta diferencia en la misma sala!!!.
De parte de las enfermeras no hubo limpieza de mis heridas, y luego de las costuras me mandaron junto al otro caído a una sala de terapia. En el hospital hacia muchísimo frio y más aun en la sala de terapia, mis zapatillas, aun mojadas de haber pasado por aquel vado de la carrera no ayudaban demasiado, así que traté de recordar alguna técnica de meditación para elevar la temperatura de mi cuerpo unos diez grados, pero no recordé ninguna, tengo que comenzar algún curso de yoga o meditación ancestral, así que tan sólo me quedó aguantar algunas horas el frío, mientras escuchaba las quejas sindicales de los empleados de la salud.
Mi mayor preocupación pasaba al ver el reloj, sacaba cuentas y sabía que mi gente estaría preguntando por mí, ya eran las 5 de la tarde e imaginaba con cierta certeza que nadie tenía noticias mías. Esa historia es para otro libro, ya que los rumores que se corrían en el sector de llegada describían a un Claudio en coma 4.
Como el mundo es pequeño, llegó a ese remoto hospital un corredor con complicaciones pulmonares, y nosotros seríamos transportados nuevamente a La Cumbre en una misma ambulancia. Para mi ingrata sorpresa, ese corredor era Sergio Scherz, que con fractura de costilla y perforación de pulmón, fue a complicarles aun más el domingo de mates a los doctores (Sergio, sos un inoportuno, me adhiero al sentimiento de los médicos, no debías haber caído…).
Volvimos a La Cumbre con el veterano y su traumatismo de cráneo, con hipotermia, deshidratación y sin saber si encontraría a mi novia o a alguno de mis amigos, ya que imaginaba que me estarían buscando por toda Córdoba desesperados.
CONCLUSION
Somos ciclistas, amamos este deporte y sabemos que tiene sus riesgos, no importa cuánto pasemos sobre una bicicleta, el accidente a veces puede no depender de nosotros. Ser ciclistas no nos da pericia sobre cuestiones referidas a organizaciones de carreras, entonces a la hora de ir a la aventura, de buscar los logros y la adrenalina, dejamos algunos detalles de lado.
En el año 2000, en Brasil, tuve una caída a 70 km/h. en un sprint final, cuyas consecuencias fueron fractura de fémur y triple fractura expuesta de cadera, con muchísima pérdida de sangre, displasia, parálisis de riñón e intestinos por efecto de la desaceleración del impacto contra una columna. El doctor Alexandre Ferreira, con su equipo de rescate, me asistió a los segundos de caer, disfrazado de bombero, y horas después resolvía mi complicado cuadro tras 8 horas de cirugía que fueron seguidas de casi 2 meses de terapia intensiva.
Me extendí más de lo que pensaba en mi relato y creo que el motivo de este texto podré cerrarlo y dejarlo a modo de reflexión final:
“Si en El Desafío al Valle del Rio Pinto hubiese tenido las heridas de aquel accidente en Brasil, no hubiese sobrevivido.”
Quisiera saber cuántos de nosotros evaluamos antes de largar una carrera, cuáles son las medidas de seguridad que el organizador ofrece al corredor en caso de accidente. ¿Hay ambulancia? ¿Tiene los elementos necesarios? ¿Tiene acceso al accidente? ¿Tiene un operador capacitado o sólo un chofer? ¿Estamos asegurados por algún seguro de accidentes? Atento a esto, amigos, me permito llamarme perito en la materia y deseo que nadie pase por lo que me tocó vivir este fin de semana, en materia de paciente accidentado.
LINEA DE TIEMPO Aprox.:
08:15 hs. Largada.
08:45 hs. Caída km 20.
09:20 hs. asistencia en puesto medico 1er. vado
10:40 hs. subo a la ambulancia.
13:00 hs. arribo al Hospital XX sito en XX (ya que todavía nadie sabe donde me llevaron, se les informo a mis familiares y amigos que me llevaron al Hospital Domingo Funes de Cosquin, lo que no es cierto).
17:30 hs. vuelvo a La Cumbre donde todavía nadie sabía nada de mí.
miércoles, 22 de febrero de 2012
Los Linderos - Córdoba
martes, 27 de diciembre de 2011
martes, 20 de septiembre de 2011
sábado, 17 de septiembre de 2011
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